Hablame que no te veo...
Lo que antaño era normal, la comunicación y el contacto interpersonal grato y deseado, se va convirtiendo con el tiempo en algo evitable y evitado, la tecnología nos ayuda en tal fin perjudicial, inocuo en el plano físico pero quizás no así en el espiritual. Brazos de carne y hueso tornan a palabras que envaucan, que hacen soñar. Sueños sin vida ni presencia, fuerza perdida por el medio en el que circulan.El sentido visual se agudiza en detrimento del táctil, lágrimas y caricias virtuales, vida en sombras, y con ella se va perdiendo el arte de la sociabilidad. Fallecen valores conseguidos sólo mediante el contacto físico, nos volvemos ermitaños incoscientemente, y así, vemos nuestra vida como si de una película se tratara, imágenes y palabras, nada más.
Las mentiras son más fáciles, el compromiso de las palabras se pierde y nadie está libre de vivir en el engaño. Timido puede ser Timida, Franco puede ser Gigoló, sólo momentos, instantes en palabras escritas, con promesas que sólo prometen dos caminos, creerlas o no engañarse por si defraudasen.
La cobardía impera entonces, la sobrellevamos penosamente, mensajes virtuales evitan palabras encaradas a otro igual. Pensamos más entonces, antes de hablar, perdiéndose así la magia de la espontaneidad. No es que veamos la futilidad en el trabajo del contacto interpersonal, éste nos sigue motivando, pero el medio es diferente. Y cuando se cambia el medio, la fuerza del resultado puede ser bien distinta...





