02 enero, 2009

Un día para el recuerdo (I)

Sira, nerviosa como era, iba a conocer por primera vez a su suegra. Aparentemente un hecho nada remarcable, salvo por la mera faceta de Katia de ser quisquillosa en extremo, y acompañándose ,casualmente, la torpeza innata de Sira. Tal combinación de por sí tenía que ser la mar de explosiva, en eso andaban las divagaciones de la joven, cuando llegó mucho antes de lo esperado a casa de la familia de su novio. Las preguntas que se hacía eran muchas, las esperanzas puestas bien pocas. ¿La aceptarían? ¿Sabría encajar sin cometer ninguna de sus típicas imprudencias? Estos pensamientos no se los había contado ni a sus más cercanas amigas, pues sabía que no tardarían ni un segundo en reírse de ella, considerándola una boba sin remedio.

Llegó a la puerta color ocre, bien definida de antemano por su chico, sabedor del despiste natural de la joven. Nada mas llamar le abrió la puerta Richard, así que de entrada sintió que todo acabaría según lo deseado. Previas presentaciones y saludos, se disponían a coger sitio en la mesa. Sira convino en ayudar al papá de Richard a poner la mesa y demás, mala decisión por su parte y buena carta de presentación, portaba la sopera y al querer dejarla en la mesa, todo su contenido volcó, para su espanto, en el regazo de katia. Ésta, quisquillosa como era, consiguió callar el alarido que apunto estuvo de salir de su boca, pues la sopa andaba bien caliente. No obstante, no pudo evitar un pequeño espasmo incontrolable por el quemazón que sentía, justo en el momento en que Richard se acercaba a socorrerla. Como éste, a la par, no pudo evitar mirar inquisitivamente a su chica, no se percató a tiempo del manotazo por parte de su madre que iba a recibir, claro está, sin quererse ni venir a cuenta. Pero Richard, dada la confusión del momento y la alegría empañada por lo que había ocurrido, pensó que su madre le había castigado por traer a 'esa chica tan ordinaria' (él sabía que ella así la definiría en ciernes). 

El amor de Richard por Sira sumado al malentendido, hizo gritar a su madre y llamarla multitud de epítetos incalificables e indeseados. Claro está, su padre salió en defensa de su mujer, y se vió forzado a echar de casa, dadas las circunstancias, a su hijo y a su sorprendente pareja. Entretanto, Sira se sentía obligada a solventar aquel entuerto, de tal forma que ni corta ni perezosa y sin pensarlo dos veces, cogió el pequeño regalo que llevaba en el bolso para Tomás, el padre.

Aunque el regalo se encontraba sin envolver, pues no había tenido tiempo, sabía que en un momento dado (ella no pensó que aquel no era el momento ideal), tenía intención de dárselo a Tomás. Conociendo por medio de Richard, la gran afición de su padre por las armas de colección, le había regalado una pistola alemana Walther, sabiendo que era su próxima y deseada adquisición. No pensó en la situación del momento, en medio de aquel caos incontrolable sacó la pistola con el cañón apuntando a Tomás. La reacción de éste no se hizo esperar, siendo un tanto inverosímil, imagino que para no desentonar en este cuadro de sucesos increíbles. 

En verdad este día quedaría recordado por toda la familia durante el resto de sus días. La cadena de sucesos no frenaba su marcha. El padre, al sentirse incomprendidamente amenazado por la joven, levantó el cuchillo jamonero que se encontraba en la mesa, apuntando en dirección a Sira. 

Y es que, para más inri y facilitar la increíble respuesta ante tal situación... los vecinos de encima de aquella casa cuya entrada era una puerta color ocre... habían sufrido un robo acompañado de violencia hacía un par de semanas. El entuerto acabó con dos heridos y los maleantes consiguieron escapar, éstos todavía estaban en busca y captura pues eran peligrosos. Y quizás por ello tenga algo de justificación, si cabe, la respuesta del pobre señor Tomás. Quien, creyéndose defensor de su amenazada familia, y sin soltar en ningún momento el largo y afilado cuchillo, consiguió marcar el teléfono de la Policía. Ésta venía en camino, hasta tal punto había llegado la situación que Richard se encontraba incapacitado para emitir cualquier sonido, Sira temblaba como nunca lo había hecho, eso sí, del puro nervio que contenía agarraba con tal fuerza el arma que bien parecía lo que no era. Kira, entre tanto, y sin poder esperar a que llegara la policía, había conseguido escabullirse para avisar a la vecina de al lado. Se trataba de Rosa, la alcahueta del vecindario, y la única que esos días vacacionales y a esa hora se encontraba en su casa. La pobre mujer, cuando Kira le contó lo que más pudo, y viendo que salía Sira (con el arma todavía asida a su mano)... 




2 Comments:

At 8:25 p. m., Blogger Kitsune dijo...

Cómo terminamos en robo con mano armada desde un quemón con la sopa... Increíble historia

 
At 11:19 p. m., Blogger Karuna dijo...

Ya ves kitsune, a veces de una minucia... ;-)

Me alegra verte por aquí, un abrazo
karuna

 

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