31 julio, 2007

Recuerdos encontrados

Esa foto... volvió a sentir el frío de aquel otoño que antaño le gustaba tanto, y es que en Virenne aquella estación tenía algo de especial y mágico sobre el resto de ciudades... La casita se adentraba en un adusto bosque, que servía de deleite para todo aquel que fuera amante de la naturaleza. Como si de una falacia más se tratara, el bosque multicolor que abrigaba al pequeño hogar, daba ilusión de ser placentero en todo su recorrido, pero si llegabas a adentrarte en sus angostas entrañas, muchas veces podías llevarte acaparadoras sorpresas... Hogar de inhóspitos personajes decían, de duendes y hadas, y de monstruos que hacían del terror su anhelo nocturno para con los niños del lugar...

Muchos recuerdos se agolpaban mientras veía aquellas instantáneas, no tomadas hace mucho pero con la propiedad de conservar imágenes como si fueran de hace años. Y es que en Virenne todo transcurría muy despacio, como si se tratara de un lugar protegido por alguna fuerza extraña e invisible al ojo humano, el anacronismo hacía acto de presencia en toda su extensión. Aquellos portones desvencijados vírgenes de la mano del hombre, conservaban su luz de antaño, su esencia... Caminar por Virenne era como retroceder un siglo en el tiempo, incluso las nuevas construcciones que se hacían allí ,dejando claro el destino longevo del pueblo, eran fabricadas según el antiguo estilo colonial... La gente del pueblo no era tan entrometida como se creía debía ser costumbre de toda persona oriunda de un pueblecito tan pequeño, era gente vulgar pero educada, dando así una bienvenida agradecida por todo advenedizo que habitara su villa.

Y todo esto Lucía lo recordaba mientras hojeaba fotos de hace dos veranos pasados allí, como una introducción y recordatorio del lugar al que iba a volver en tan solo dos días. Su madre ansiaba también volver, pues su padre no estaba muy bien de salud, ya no sólo era sufridor de los achaques habituales de su edad, hacía cosa de poco tiempo le diagnosticaron una enfermedad terminal, y posiblemente aquel fuera su último verano.

- Lucía, venga, vamos que nos esperan...

- Ya voy mamá, espera que coja a mi osito...

Qué nervios llevaba encima, no podía salir de su ensimismamiento y emoción por volver a ver a su abuelo, al que adoraba. Siempre se habían llevado muy bien, Andrés era un abuelo atípico pues más que hablar de sus 'batallitas' pasadas y así correr el riesgo de aburrir a la niña, él prefería ser cómplice, como si de una amiga se tratara contarle 'sus cosas', ésto no solo le acercaba a su nieta, sino que a él le hacía feliz sentirse así de querido por alguien tan especial. En las largas noches de invierno, durante la calma del hogar, tan solo eran escuchados susurros y risas entrecortadas por ambos, confidentes de todo aquello que al otro le ocasionara algún mal si la verdad se hiciera a la luz... Y recordando ésto y sin enterarse apenas de las dos horas de trayecto que habían transcurrido, Lucía se preparaba para descender del coche, ansiaba ya abrazar a su mejor amigo... su abuelo.

Dos días pasaron de su estancia de recuerdos, ahora tocaba disfrutar del aire puro del bosque vecino, de nuevas viviencias y añorados momentos, así que Lucía se dispuso a subir a su cuarto prestado y arreglarse un poco, pues iban a ir al cine luego. Mientras, y satisfaciendo su curiosidad innata, entreabrió los cajones de la cómoda para recordar si estaban igual que los dejó por última vez... curioso fué que así no era, una esquina de papel amarillento por el paso del tiempo se dejaba ver entre unos cuadernos, jamás lo había visto allí, de aspecto frágil y quebradizo lo cogió con cuidado y se dispuso a leerlo... mientras avanzaba en sus letras, pensaba que aquella tarde había sido clave en su vida, una verdad hasta ahora dormida dependía tan solo de ella para que viera la luz... Una verdad terrible...

- Ahora bajo mamá, estoy ordenando mi cuarto... Su voz era tan solo un quejido, había sido descubridora casual de su secreto, aquel señor tan querido por ella contaba con un halo de misterio hasta ahora ignorado, algo inconfesable que la hacía sin querer a ella y a su madre partícipes de una historia ajena, la cual si se esclarecía podía ser un caos... porque en verdad se le da tanta importancia a los orígenes de uno? Su madre era quien menos debía enterarse, ella sabía que sí podía superarlo, pues era consciente de que aquella nueva verdad no le iba a restar cariño por su abuelo, pensaba, que si no lo había contado sus motivos tendría...