Qué fácil es el olvido...
Todavía en pensamiento estaba en el trabajo, a pesar de que ya llevaba media hora de tortuoso camino hacia su casa. Con el frío prematuro que invitaba al otoño a entrar, pero a pesar de sus manos heladas no le importaba, odiaba el extremo calor de los veranos de su pueblo y siempre anhelaba llegara el frío invernal. Caminaba por calles ya vividas en su niñez, vividas de mil maneras, con risas compañeras de numerosos juegos con sus amigos, con lloros y decepciones por discusiones tontas, callejuela llena de adoquines que acentuaban más si cabe la sensación que siempre había tenido de aquel recóndito lugar, el tiempo no había echo acto de presencia, adornada con balcones palaciegos que parecían dibujados entre la niebla de aquella noche. Atisbó la pequeña tienda de golosinas que de pequeña hacia las delicias de sus hermanos y ella, y pensó en Carmen, ¿qué será de ella? Siempre tan afable en el trato con su clientela, a base de esfuerzo sin pretenderlo se había ganado la confianza y cariño de todo el pueblo, a pesar de ser advenediza del lugar.
Carmen... ¿Por qué acordarse de ella ahora? Era joven, a pesar de que no se había considerado nunca demasiado acertada en figurar edades en la gente, con ella recordaba que no se equivocó. Dió en el clavo una vez que le preguntó la edad, cuando consiguió que Carmen se abriera más al trato, pues era una chica bastante introvertida. Tenía 25 años, manos difíciles de olvidar, finas y frágiles, era fácil si había un poco de luz solar adivinarse el recorrido de sus venas por su fina piel. De cabello claro y ensortijado, envidiado por todas las lugareñas jóvenes y en edad de merecer, no era alta pero conseguía con su pulcritud en andares y modales ensombrecer a cualquiera que quisiera 'competir' con ella. ¿Competir? A ella esas cosas no le importaban, consideraba un insulto a la inteligencia masculina el tener que afilarse sus uñas de gata para luchar contra otra igual. De una personalidad increible, era modesta, demasiado quizás, carente de muchos conocimientos pero sabedora de suplencias al respecto. ¿Por qué acordarme de Carmen ahora?
Y así, como quien no quiere la cosa, un pensamiento llevó a otro, y a otro... y recordó que olvidó, y que tras años de tan solo aparentes casualidades, tras años de tener la sensación ante su jefa de que la conocía de toda la vida... un sonrojo la acompañó en su despite duradero, en su recuerdo olvidado y recién recordado... ¡Carmen se llamaba su jefa, cómo no!
3 Comments:
hola, he estado leyendo tu blogg y me parece muy interesante. me gustaria preguntarte algunas cosas, por favor ponte en contacto conmigo mi email es lasociedad21@hotmail.com
Interesante blog, con tu permiso te añado a mis enlaces.
Un saludo
Gracias pez por tu comentario ;-)
Hasta pronto,
karuna
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