31 mayo, 2008

Camila (I)

Las letras, palabras y frases salían de su mente a borbotones, era uno de aquellos momentos cada vez más escasos, en los que Camila como si de un automata se tratara, sentada medio encorvada (a pesar de que miles de veces le habían aconsejado hiciera lo contrario), provista de lápiz en la mano y sentada frente al retrato familiar de siempre, escribía sobre papel las historias que le acechaban. Eran sus llamados "momentos de trance", absorta en todo lo que la rodeaba, bien podía explotar una bomba en el jardín de su casa que ni se inmutaría.

Camila era una joven soñadora, ya desde niña su madre la había dado por imposible, pues a pesar de ser tranquila e introspectiva, dentro de si fluía un torbellino a punto de explotar en cualquier momento. Y es que a pesar de no haber sido excesivamente mimada se le antojaban cosas la mar de raras. Su madre le había echado en cara ,miles de veces, cuando había rogado hasta quedarse extenuada y casi sin respiración que le compraran un pony. Tal era su cabezonería, que por las noches despertaba a gritos a toda su familia, a tal grado que incluso vecinos de edificios colindantes llegaron a percatarse . Al despertar bien podía creerse que recién salía de un baño de vapor, nerviosa y agitada continuaba con sus quehaceres diarios... Pero su madre jamás retrocedió en su negativa, pues la conocía bien y cuando hoy le apetecía un pony al día siguiente se le antojaba, como así ocurrió, dormir en la caseta de su perro Black.

Camila había nacido con los astros de su parte, bien era sabido en todo el pueblo de sus artes adivinatorias. Muchos vecinos habían llegado a insistirle a la madre para poder interrogar a su hija, y así quizás retomar el rumbo perdido en el que sus vidas caóticas se encontraban. Además, como si tuviera un imán invisible de lo excéntrico, le ocurrian siempre las cosas más disparatadas y peculiares.

Cada año que pasaba y a pesar de su corta edad, le nacía un mechón azul en su joven cabellera. Al principio pensaba que era producto de su imaginación, mil explicaciones había buscado, pero a cada intentiva por demostrarse que era imaginada se autoenseñaba todo lo contrario. Había interrogado sobre tal hecho a toda su familia, intentando encontrar algún antecedente familiar en tan rara peculiaridad, pero nadie pudo ayudarla. Si se arrancaba o cortaba el mechón, aunque fuera de raíz, al día siguiente lo volvía a tener plantado en la cabeza. Bien es cierto que en tan ardua investigación familiar, descubrió unas cuantas cosas la mar de interesantes, como que su tía Julia había nacido con seis dedos en cada mano, o bien que a su tío-abuelo Charles le entusiasmaba visitar de ordinario cementerios, no por nada en concreto, tan solo le gustaba pasearse por ellos sin más.

Camila poseía una tez clara, de rostro triangular y barbilla prominente,  algo descuidada en su apariencia, solía llevar la misma ropa varios días seguidos si no le decía nada su madre. Aun así, no pasaba inadvertida a los ojos de cualquiera. De ojos verdes y muy expresivos, junto con su figura liviana y ademanes delicados, formaba un conjunto armonioso y muy llamativo. A pesar de que se encontraba en edad casadera y pretendientes no le faltaban, nunca había llamado su atención hasta la fecha ningún chico que conociera. Hasta que un día...

Y con esto una pregunta, ¿te quedas con ganas de saber algo más sobre Camila y/o su historia?

26 mayo, 2008

Cada letra a su momento...

Muchas veces los prefacios o introducciones son inadvertidas apenas por el ávido lector, quien prefiere pasar página y comenzar a enterarse de lo imaginado por otros. Pero lo que muchas veces no se sabe, es que en ocasiones el libro puede contar con una entrada nada despreciable, que a veces mejora a la historia misma. Personalmente, éste fue el caso, y así llegué a encontrarme en uno lo que sigue:

"... Solamente hay una manera de leer, que es huronear en bibliotecas y librerías, tomar libros que llamen la atención, leyendo solamente ésos, echándolos a un lado cuando aburren, saltándose las partes pesadas y nunca, absolutamente nunca, leer algo por sentido del deber o porque forme parte de una moda...Recuerde que el libro que le aburre cuando tiene veinte o treinta años, le abrirá perspectivas cuando llegue a los cuarenta o a los cincuenta años... No lea un libro que no sea para usted el momento oportuno...  En todas partes, si mantiene usted despierta la mente, encontrará la verdad en palabras que no han sido escritas. Así que no deje nunca que la palabra escrita se adueñe de usted. "

Cuántas veces me he encontrado con gente que se atreve a opinar de quien no ha leído nunca clásicos, o que bien prefiere lecturas más cómodas y simples (que no por ello menos interesantes), o bien es asiduo lector de autores contemporáneos que están de moda pero no precisamente por un léxico excepcional... Y es que mucha gente practica la lectura tan solo por snobismo, como un elemento más en su vida para mantenerse en parangón con la gente que frecuenta, o bien tan solo por aparentar ser más vivido.

Hay gente que tiene la extraña manía de tener que terminar un libro antes de empezar otro(aunque le aburra soberanamente). Pero ¿por qué hacerlo? 

Y es que hay mucha palabra escrita, el secreto es encontrarse con la adecuada en cada momento.

  Tomé un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme 'La guerra y la paz' en veinte        minutos. Creo que decía algo de Rusia
  Woody Allen

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.
Miguel de Cervantes Saavedra

Por cierto, adivináis de qué libro es el retazo... ¿? 

20 mayo, 2008

El personaje


"El hombre hace, la mujer es" Robert Graves




- El personaje - En mi opinión, cuando terminas un libro (te haya gustado o no), puede ocurrir dos cosas fundamentales (siempre hablando del caso en que el autor haya conseguido 'transmitir')


O bien sientes que te han contado una historia, bien documentada quizás, relevante o simplemente interesante. O bien más que una historia sientes que el autor/ra se ha sincerado al lector, y camuflada o no en su relato, bien consciente o inconscientemente, te ha contado cosas de su persona, sus inquietudes, pensamientos y sentimientos.


Y así me quedé tras leer 'La grieta', último libro de la recién premiada Doris Lessing (Nobel en Literatura). La historia es sencilla, pero a la vez transcendente, pues versa sobre la tan manida situación de las relaciones de género. Es decir, hombre-mujer, similitudes, diferencias, y hay aquí la gran cuestión, ¿complementarios?

Todo ello, la interminable búsqueda de ésta respuesta viene a intentarse solventar mediante una fábula sencilla y a la par interesante. El marco donde transcurre la historia es la época primitiva, en la que se ingenia un posible comienzo del género humano, mediante una novedosa teoría: la vida humana partió de la existencia de una mujer, y no de un hombre como nos han hecho creer, ¿sería esto posible? (según la introducción del libro, la ciencia recientemente  lo ha indicado como posibilidad factible). 

Van lloviéndose líneas, frases y páginas de 'La grieta',  sobre la vida recién regalada a nuestros 'padres' primitivos, en la que todo es nuevo y espera a ser descubierto, incluso la sexualidad entre grietas (mujeres) y hombres (monstruos/chorros). Ambos sexos no se entienden, pero con el tiempo van descubriéndose que se necesitan, ya no solo como medio para la satisfacción de una necesidad básica como lo es el sexo, sino también para asegurarse la continuidad de su especie, y aún más importante si cabe, disfrutar conjuntamente de sentimientos y recuerdos que van conformándose en su vida en común, y que son los que construyen una vida, una historia personal.

Los hombres son imprevisibles, las mujeres más racionales, a veces un tanto quejumbrosas para ellos, pues prefieren pensar antes que actuar, y esto muchas veces choca con los fines de sus compañeros. Realmente esto sigue ocurriendo en nuestro día a día, si bien es cierto que también nos damos cuenta que nos necesitamos, hay algo más que nos une y nos hace estremecer, el sentido de la pertenencia, de que alguien nos espera en casa allá donde vayamos.
Lo recomiendo de verdad.